Su marido no la atendía como debía.
Ya saben... si no se quiere a quien se tiene al lado, pues eso, una carga.
La mujer sentía una gran impotencia. Necesitaba a alguien que la atendiese y entendiera y sin llamarle pesada como hacía Federico, su marido. Ese que al hablarle ya ni la miraba.
Cuándo cayó enferma... digamos "supuestamente" más adelante os daréis cuenta porqué os doy ese importante dato. Federico ocupó otra habitación y ella se sintió abandonada, ahí se dió más cuenta que el mayor error que pudo cometer fué casarse con él. Se pasó muchas noches en vela y llorando, no concebía cómo no se dió antes cuenta de que nunca la quiso.
Tuvo pretendientes, algunos, pero Federico fué el único a quien ella prestó atención y se entregó muy enamorada.
-Federico - llamó y nadie contestó a su llamada.
Intentó levantarse de nuevo y cayó de la cama. Se arrastró como pudo hasta agotar las pocas fuerzas que tenía.
Federico que no andaba lejos... imaginó las escena y de forma grotesca, sonrió.
Después entró en la habitación y chilló cómo un energúmeno.
-Eres tonta o qué?
Autora Verónica O.M.
Continuará