Cuando José se sentaba a la mesa, Anita también se disponía a hacerlo.
Cenaron en silencio y Anita que tanto lo conocía intuía que a su marido algo le preocupaba. La miraba de reojo y con el ceño fruncido. Ella no le preguntaría y si quería hablar que lo hiciese.
Mientras... Amigo ya había acabado de comerse el arroz con unos trocitos de pollo y que al pobre perro le supieron a poco. Se acercó a la mesa por si alguno de ellos le ofrecía un pedacito de cualquier cosa y que él siempre agradecía.
Y José ya no pudo seguir guardando silencio.
-Anita, don Federico me ha preguntado si te interesaría cuidar a doña Manolita, limpiar y cocinar para ellos.
Ella lo miró sorprendida y le preguntó. - Y a ti, José, qué te parece que debo hacer?
-Esa decisión es tuya y de nadie más. - Y nada tenía que ver lo que decía con lo que pensaba.
-No sé, José... antes debería hablar con doña Manolita y que sea ella la que me diga... Te parece bien lo haga así?
Asintió con la cabeza, aunque no era lo que a él le gustase. Su carácter un tanto negativo le hacían ver problemas aún cuándo nunca se llegaran a producir. Veremos esta vez, si, sí o sí no...
Y apagaron la luz.
Autora Verónica O.M.
Continuará