Proseguimos...
José ya se había marchado a su trabajo, y no, no llegó a enterarse que gracias a Amigo, Anita no llegó a salir de casa y deambular dormida en la oscuridad de la noche.
Guisó para prepararle la fiambrera y la dejó enfriar antes de cerrar el recipiente de aluminio. Más tarde y en la cesta de mimbre, pondrá todo lo que su marido comerá a lo largo de la jornada y hasta que regrese casi de noche a casa.
Dejó todo recogido y salió por la puerta bien entradas las 10. Ahora solo tendrá que comprar el pan. Y así lo hizo...
No tuvo que llamar a José que estaba atareado con un carretón y transportando leña.
Ella nada dijo y por extrañas razones él giró la cabeza.
-Toma José, tu comida.
La cogió y la llevó al pequeño cuarto y la metió en la vieja nevera.
—Ahora me llegaré a ver a doña Manolita a ver qué quiere o espera de mí. –Y diciendo esto se despidió.
Se dirigió hacia la casa y se percató que fuera estaba descuidado y pensó que al caer enferma doña Manolita su marido pasaba de esas cosas.
Desde una de las ventanas alguien la observaba y no podía ser otro que don Federico. Su ritmo cardíaco se aceleró al verla de cerca y tan bonita.
Verónica O.M.