Ya, en su hogar...
Valoraria que trabajos haría diariamente y cuales los fines de semana.
Calentó agua y la vertió en el barreño de zinc. El agua ardía, añadió fría y se quitó la ropa dispuesta a asearse.
Y no pudo evitar pensar en su niñez y en el sufrimiento que le generó el nuevo marido de su madre.
Y siempre le ocurría lo mismo al despojarse de las prendas.
Las manos de aquel degenerado tocándola y el asco que le provocaba cuándo la penetraba sin ella querer y lo más triste sin poder hacer nada para evitarlo.
Su madre no la hubiese creído y es más la hubiera castigado por difamar al que consideraba lo mejor que pudo entrar en sus vidas.
Ya lavada y seca, fué al cuarto a vestirse.
Y ya limpia... empezó con las tareas que pensaba realizar aquel día.
Y se propuso no volver a pensar en aquel doloroso tema.
Lo dejo por hoy.
Continuará
Verónica O.M.