NO QUIERO IRME TODAVÍA (18 DE 25)

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novela escrita por mi

                                                                     
Al fin, Manuel se dio cuenta que Maite le hablaba a el, aunque tenía su vista clavada en el gato, temeroso que se lanzara encima otra vez. De reojo la miraba, y le pareció muy bonita a pesar de haber estado llorando. La notaba nerviosa y vulnerable, y todo por su culpa que no había aceptado que ya no pertenecía a este mundo de los vivos. Con pena, pensó que todo lo que había pasado ya no tenía remedio, si pudiera volver atrás con los ojos cerrados lo haría, aunque se le revolvían las tripas al pensar que Maite y el medicucho, se entendían aun antes de el haberse muerto.

-¿Está mejor?
Preguntó a la mujer, que todavía alguna lágrima mojaba su mejilla

-Sí, más o menos ¿que me dio a beber?

-Nada que le vaya a hacer daño, es un licor casero de naranja y algo de ron, ¿no le gustó?

-Si, me recuerda al Cointreau, pero mucho más suave.

Esmeralda sonrió...
-¿Se convence ahora, de que su marido está con usted todavía?

-¿Y que es, lo que quiere de mi?

-Eso debería usted preguntárselo, aproveche que ahora es el momento.

-¿Y dónde está mi marido?

-¡Espere, que Rabioso se lo dirá!

El gato se dirigió hacia un rincón de la habitación, dónde Manuel estaba semi escondido. Se paró frente a el, moviendo el rabo.

Maite se dirigió hacia allí, y le preguntó
-¿Que quieres de mi, que no me dejas vivir en paz?

Esmeralda estaba en silencio, atenta a lo que allí acontecía

-¡Hola Maite! siento todo lo que ha pasado, la culpa ha sido del diablo que me vino a visitar antes de morir.

-¿Que tiene que ver aquí el diablo?

-¡Todo! me dio poderes que yo aproveché en mi beneficio, y posteriormente me di cuenta que te entendías con ese medicucho de pacotilla, eso no me gustó en absoluto.

-¿Que querías que hiciese, si tu no me dabas lo que necesitaba?

Manuel pensó que tenía razón, hacía mucho que ellos dos no tenían relaciones intimas, y su mujer siempre había sido una fiera en la cama. Infinidad de veces había llevado chupones en el cuello, y arañazos por el cuerpo, además de haberle dejado su herramienta sexual que echaba fuego, se dio cuenta en aquel momento que su mujer tenía adicción al sexo.
Autora Verónica O.M.
Continuará