- Amigo, espera fuera. - dijo Anita con voz cariñosa.
El perro se dispuso a esperarla y allí hubiese estado horas y horas y sin apartar la vista por dónde su madre humana había entrado. Pero no, tanto no tardaría...
-Espera un poco, Anita, voy a dejar la escoba y lavarme las manos.
Asintió con la cabeza y observó como la mujer apartaba una especie de cortina de tiras antes de entrar en la trastienda.
Escuchó el sonido del grifo al abrir y el salpicar del agua.
Al momento la mujer salía con las manos secas.
-Ya estoy por ti, Anita, tú dirás...
-He venido a pedirte consejo y también a por algo para estas manos irritadas.
Los ojillos sabios de María la miraron con atención y Anita tuvo la percepción de que ella ya sabía lo que tanto la preocupaba. Y se sintió como desnuda ante aquella mujer a la que nada le pasaba desapercibido. Y no, no se equivocaba...
-Tienes dos problemas, Anita, me preocupa solo uno.
Anita se ruborizó al ya tener plena convicción de que la mujer sabía incluso más que ella misma.
-Qué me aconsejas? - dijo con un hilo de voz a consecuencia de la emoción contenida y que había dejado su garganta y boca secas.
-Qué te pasó de niña y que arrastras todavía?
Se echó a llorar de repente... el dolor emocional era tan fuerte que pensaba no poder resistirlo.
Avergonzada y sin levantar la cabeza musitó. - Mi padrastro abusaba de mi siendo niña.
-Cuántos años tenías?
-Once, once años, María y jamás me atreví a decírselo a mi madre. Ella pensaba que habíamos tenido mucha suerte cuándo se casó con él y para mí empezó un infierno.
-Debes sanar esa herida y hasta que no lo hagas tendrás ese problema y el otro no tienes porqué preocuparte. José es un buen hombre y te quiere. La vida es difícil Anita y si no está a la altura es por su trabajo tan duro.
Volvió a la trastienda y salió con un vaso de agua y se lo ofreció.
-Bébelo despacio y tranquilízate. Mientras voy a traerte algo para esas manos.
El haber confesado aquello, el agua, la hicieron sentirse mejor y momentáneamente se sintió ligera sin aquella vieja carga.
Autora Verónica O.M.
Continuará