lunes, 16 de enero de 2023

Otros tiempos capítulo n°30

 No podia creer que se pudiese vivir de esa forma tan cochambrosa. La cocina llena de cacharros sucios y tuvo que hacer espacio para poder fregar. Mientras lo hacía y dentro de un barreño estaban en remojo tantos otros y con restos de comida pegados.

No, no lo dijo en voz alta, pero si... pensó que los había guarros. Al tal Federico. le quedaba grande aquel don, inmerecido.

Todavia le quedaba rato enfaenada en la cocina y secándose las manos, volvió al cuarto por si doña Manolita necesitaba cualquier cosa.

—Puedo pasar?

—Claro, mujer. Pasa.

—Necesita algo?

—No, gracias. Anita, siento en el alma que tengas que fregar y limpiar lo que es obligación de mi marido. —Sus ojos brillaron por momentos y en su voz se percibía la desilusión contenida.

—No se preocupe por eso, lo hago de buen grado. Si no me necesita volveré a la cocina.

La mujer la miró al marchar y pensó que no hubiese estado nada mal tener como amiga a Anita. 

Escuchaba el trajín que la mujer se traía en la cocina y con aquel sonido echó una cabezadita. 

Cuándo acabó de fregar volvió de nuevo al cuarto y se la encontró dormida y no quiso despertarla. 

Volvió a la cocina y decidió que con lo que hubiese en la nevera y en la alacena podría preparar la comida. 

Tendría trabajo a lo largo de los días... pero estaba dispuesta a ayudar a aquella mujer que la necesitaba. 

Habían acordado unas horas y aquellas ya habían pasado...

Ya no tendría tiempo para dedicarlo a su hogar y esperaba realizar lo más pesado los fines de semana. 

Autora Verónica O.M. 

Continuará 

martes, 10 de enero de 2023

Otros tiempos capítulo n°29

Volvieron al cuarto y Anita la ayudó a sentarse en la silla y le haría la cama. 

Estiró las sábanas y la colcha, ahuecó la almohada, los grandes cojínes y que la mujer precisaba para que no le doliese el cuerpo de tantas horas, tantos días y tanto tiempo allí postrada.

Doña Manolita la observaba y sus ojos brillaban al hacerlo. Hacia tiempo que no pisaba la calle y que nadie la visitaba. 

Un golpe de tos le sobrevino de nuevo y Anita dejó lo que hacía para atenderla. —Está mejor, doña Manolita?. —Sostuvo el vaso de agua en su mano y hasta que la mujer se calmara. 

Quizás fuese una corazonada o quizás una suposición, pero Anita, ya se estaba haciendo un juicio de valor, y... 

—Creo, que ya sé lo que le sucede, doña Manolita. Puedo hacerle una pregunta? 

—Si, claro que puedes... 

—Desde cuando no se limpia, se ventila, entra el sol, se lava la ropa de cama y la enorme cortina? 

Doña Manolita la miró y bajó los ojos. —Desde hace mucho, Anita. Caí enferma y ya no pude... mi marido no tiene tiempo y él ya no duerme aquí. 

Le dio tanta pena... y pensó que cualquier ser humano puede  vivir una situación insostenible y guardar en el corazón ese dolor.

—El polvo que hay en el cuarto hace que se sienta mal. Estar postrada en la cama la debilita. La falta de ventilación, el sol son necesarios. 

—Y mi aseo personal también, Anita. Lo has omitido, para no ofenderme... 

—No se preocupe, doña Manolita, la ayudaré en todo lo que esté en mi mano. Mañana, me dedicaré a este cuarto y si no me necesita voy a la cocina a fregar... 

—Gracias, Anita, y no me llames con tanta ceremonia. Manolita, mejor. 

Verónica O.M. 

Continuará 

sábado, 7 de enero de 2023

Otros tiempos capítulo n°28

 Anita llegó a la casa y la puerta estaba entornada. No esperaba que nadie saliera a recibirla. Entró y dirigió sus pasos al cuarto que ya conocía. Y antes de entrar llamó con voz suave.

—Doña Manolita, soy yo, Anita.

La mujer la invitó a entrar con un: —Pasa, mujer.

Aquella mañana se sentía mejor y más animada. Y ya no se sentiría tan sola y abandonada. Al casarse con Federico no había hecho buena elección y no había día que no se lamentase, pero claro, a solas y sin abrir la boca y tragándoselo para ella sola.

—Doña Manolita, usted dirá... 

—Ayúdame a incorporarme, asearme y peinarme. Mis cosas están aquí. —Dijo, señalando hacia ellas. Estaban encima de una silla y al lado del enorme cortinón que tapaba la ventana y que no dejaba que entrase ni una pizca de luz matutina. 

Y se componía de una pequeña palangana, una toalla que seguramente fue blanca y había adquirido un tono grisáceo, un pequeño espejo y un cepillo para peinar su mata de pelo dorado como el sol y que no llevaba cuidado, ni bonito. 

Anita se sobrecogió del abandono tan grande que aquella joven mujer sufría en sus carnes y por culpa de un marido irresponsable y que probablemente ni la quería. 

—El agua, la puedes coger de la cocina y que está al fondo. 

Cogió la palangana y hacia allí fué. Se topó con un fregadero lleno de cacharros sin fregar, cosas desperdigadas por la cocina y un suelo que no había sido ni siquiera barrido en meses. Le dieron ganas de salir de allí corriendo... pero cogió el agua y volvió al cuarto. 

Incorporó a la mujer, le lavó la cara y peinó sus cabellos. 

—Necesita algo más? 

—Ir al baño, pero no sé si podré. 

—Yo, la ayudo... 

Anita, la sujetó bien, la mujer tomó confianza y a pequeños pasos lo logró. 

—Gracias, Dios mío.  —Susurró. 

Autora Verónica O.M. 

Continuará