Y claro que don Federico tuvo que ver en su demora.
—Coloca la cama en esa pared — una vez colocada no le gustó. Y lo hizo cambiar al lado de dos paredes más, exceptuando la que tenía la puerta de entrada.
Siguió sin gustarle demasiado. Siempre encontrado algún pero...
Y todavía quedaba traer ropa de cama e hizo que José le acompañase a la casa. Se quedó esperando afuera. La oscuridad iba avanzando.
Al rato... manta en mano y otras cosas que necesitaba para pasar la noche. Le escuchó despotricar.
—Ahí te quedas, mujer. Ya me echarás de menos y me pedirás perdón. Y se rió con ganas.
José nada dijo. Y si su patrón hubiese visto su gesto muy seguro no le hubiese gustado.
Nunca trataría a su Anita así.
Y le daba tanta pena que a la dueña de la casa y aquellas tierras tuviera de marido a aquel tipejo que no sabía valorarla.
Ya entrada la noche y agotado por el trabajo y las tonterías e imbecilidades de su patrón. Llegó a su remanso de paz.
Amigo le escuchó antes de entrar y de puro contento saltó de su mantita y lo esperó detrás de la puerta.
Otro día más.
Continuará
Autora Verónica O.M.
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