Esperaron hasta que don Federico se marchase de la casa.
El hombre, no tardó en bajar de la primera planta. Hizo un ruido estrepitoso bajando los escalones.
Molestar era su prioridad.
Cuándo tuvieron la plena certeza de su marcha, doña Manolita, empezó a hablar del incidente que hacía un rato había sucedido.
Lo hizo con lágrimas en los ojos. Era tal su congoja que un golpe de tos le sobrevino sin poderlo evitar.
Anita le puso agua en un vaso y esperó a que a la mujer se le pasase.
Bebió tan solo un sorbo y se sintió mejor.
—Gracias Anita.
Una media sonrisa fué su respuesta.
—Me gustaría que tú, José y Amigo vivierais en la casa de mis padres. Está detrás de esta. Necesita ser limpiada y poco más. Y no, no tendríais que pagar nada. Tan solo cuidarla.
—No sé... deberé consultarlo con José.
—Claro. Ya me dirás...
Don Federico ya estaba dando órdenes a José.
—Saca todos los trastos de ahí dentro y los colocas dónde no molesten. Y busca algo para taparlos. Necesito este lugar para poner un camastro. No, no me mires con esa cara. Será por poco tiempo. A esta mujer mía hay que darle un escarmiento.
José nada dijo. Y claro que pensó... pero le habían enseñado a callar y no contradecir a quien pagaba por su trabajo.
Pero de forma un tanto miserable.
Autora Verónica O.M.
Continuará...
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