No pudo quitarse del pensamiento, la forma como don Federico trataba a su mujer y, los demonios del pasado volvieron de nuevo a su mente. Su rostro se transformó de inmediato y, sus ojos destilaron toda la rabia acumulada en su corazón.
—Algunas madres, no debieron parir semejantes engendros que hunden nuestras vidas. —Lo dijo por el marido de su propia madre, por don Federico y, por tantos otros que no trataban a las mujeres como merecían.
Y se lamentó de no haber ido a la cocina en el momento preciso e interrumpir a aquel malnacido que no tenía respeto ni con su propia mujer.
Y de ese talante estuvo hasta que llegó José y, se guardó para ella el malhumor.
Un beso en los labios y su sonrisa al ver que Amigo no les quitaba la vista de encima.
Verónica O.M.
Continuará